Fue un partido realmente loco, el que Nápoli y Milan protagonizaron en el estadio San Paolo, en el que se vio de todo, desde lo muy lindo hasta lo muy feo. Al final, el resultado fue en favor de la visita, que con goles del brasilero Robinho y Zlatan Ibrahimovic pudo vencer por 2 a 1 y se trepó a la segunda posición de la clasificación, a dos distancias del líder Lazio.
El Burro Celeste, que jugó desde el final de la primera etapa con hombre menos y aún así descontó con un tanto de la figura de la cancha, Ezequiel Lavezzi, no logró remontar el resultado, si bien hubiese merecido por lo menos un empate, y de esa manera se quedó con 12 unidades y comparte con Juventus la quinta plaza del torneo.
El desafío comenzó de manera seguramente inesperada, con el Diávolo parado constantemente en la mitad de la cancha local, dominando la posesión del balón y recuperando rápidamente la pelota con una presión eficaz y muy bien aplicada. De contra, los celestes estaban totalmente paralizados y sufrían las iniciativas rivales sin lograr asomarse al área de enfrente.
Esa diferencia de actitud condicionó todos los primeros minutos, hasta que el conjunto de Allegri metió el 1 a 0. El gol de la ventaja llegó exactamente al minuto 22, justo cuando Nápoli se encontraba con hombre de menos por la lesión de Maggio, quien todavía debía ser sustituido: Milan hizo una gran jugada, puesto que llevó el esférico desde izquierda para derecha y dio profundidad a la subida de Oddo (quien había ingresado por lesión de Antonini), con el marcador de punta hábil en tocarla hacia atrás para la entrada de Robinho; el brasilero, demasiado solo y con todo el tiempo, con el interno de su pie izquierdo la clavó a lado del poste a la derecha del portero y salió a gritar el gol.
Ese tanto tuvo el poder de "dormir" a los rossoneri, quienes bajaron el ritmo, probablemente para controlar con frialdad el resultado, mientras que despertó a la fiera partenopéa, que comenzó a crear juego y corriendo el doble de sus rivales se adueñó totalmente del trámite.
En ese marco, fue increíble la performance de Lavezzi, quien se puso el equipo al hombro, lo levantó de veinte metros y con jugadas de grande calidad y fuerza física los volvió locos a los defensores visitantes. Suyas fueron las mejores jugadas, con asistencias y remates muy peligrosos que, de no ser por la gran labor de Abbiati y algo de mala suerte, hubieran sellado el empate.
Durante los últimos ocho minutos de la primera etapa, Pazienza hizo de todo para regalarle el encuentro a Milan, puesto que con dos clamorosas e inexplicables faltas de mano se mereció dos amarillas y terminó por ser expulsado. Con hombre de más, el match parecía cerrarse ahí: muy por el contrario, enseguida después de una clara chance para Ibrahimovic, Nápoli rozó el gol del 1 a 1 justo al final de la etapa.
En el complemento, el encuentro fue dominado por el Burro, que aplastó a un Diávolo demasiado pasivo y especulador. Lavezzi, realmente imparable esta noche, dispensó asistencias y creó jugadas sin parar, con la defensa rossonera cada vez más en dificultad para aguantar el resultado. Claramente, con hombre de más y con los locales tan avanzados en la cancha, Milan tuvo sus posibilidades en contraataque y, al final, al minuto 27 llegó el 2 a 0: buen centro de Oddo desde la derecha y balón para la cabeza de Ibrahimovic, que a pocos pasos del arco no falló, venciendo a De Sanctis con un cabezazo potente y certero.
La doble ventaja no le cortó las piernas a Nápoli, sino que le infundió aún más rabia y coraje. Así, pocos minutos más tarde los celestes lograron descontar con una perla de Lavezzi: el Pocho le ganó la posición a Papastathopoulos y, a pesar de caerse al piso, logró levantarse con velocidad y con un toque fino, empujando el balón desde abajo, le tiró un globito a Abbiati, con el balón que tocó el travesaño y se fue a dormir adentro del arco. Un gol único, jamás visto antes.
Sin embargo, ese gol no le alcanzó a Nápoli para remontar el resultado, porque el Burro siguió fallando en fase de realización y Milan se defendió con garra, como pudo, hasta el último minuto. Un empate, como quedó dicho, hubiera sido más justo, pero Nápoli debe todavía aprender mucho, mientras que Milan, esta vez, podrá agradecer a los dioses del fútbol por la mucha suerte que tuvo.
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